José Enrique Martínez: “El arte es un antídoto contra el aburrimiento”

Estoy acostumbrada a realizar entrevistas formales, esas que siguen una estructura definida y unas normas claras. Sin embargo, en esta ocasión, no quiero presentar en dos frases al entrevistado o transcribir la entrevista; quiero narrarla, porque, como bien me ha dicho el entrevistado, un artista es aquel que marca la diferencia. Muy lejos estoy de considerarme artista, pero tal vez, con esta entrevista, me acerque, aunque sea un poco, a su sombra.

A las 19:00 horas, José Enrique Martínez De la Ossa me llama desde el local Bizgana Verdi Blanca, situado en calle Honduras 5 de Málaga, donde actualmente expone algunas de sus obras. Es conocido por su talento, aunque aquellos que se han criado con la música de su hijo, Daniel Martínez, más conocido como Delaossa, también están al tanto de su pasión por el arte.

José Enrique me muestra con detalle sus creaciones, mientras me sonríe. En esta ocasión, no tengo que preocuparme por el trato formal, por ese “usted” que tantas veces repaso antes de hacer una entrevista. Eso me quita un peso de encima, porque la formalidad es algo que suelo estudiar mil veces antes de ponerme frente a un micrófono o una grabadora. Me siento cómoda y, después de un largo día de trabajo, he dejado de sentir el peso de estar trabajando. Voy a charlar con alguien a quien apenas conozco, pero que me transmite una seguridad que, en pocas ocasiones, he experimentado. Después de un par de minutos hablando, comienza la entrevista.

Una pregunta que suele surgir con frecuencia es: ¿cómo comenzó tu interés por el arte? Desde pequeño, en mi casa el arte siempre estuvo presente. Mi abuelo era abogado y poeta, mi madre licenciada en filosofía, literatura e historia, así que teníamos muchos libros en casa. Mi padre era químico de profesión, pero yo lo recuerdo siempre pintando. Soy fruto de todo ello.

¿Alguna vez te has dedicado a algo fuera del mundo del arte? No vivo de la pintura, ni lo pretendo. Trabajo en la construcción, pero de la pintura, no, para nada.

Entonces, ¿pintar es tu afición? La diferencia entre un hobby y una forma de ser es que el primero es algo que haces los fines de semana, cuando no trabajas. Sin embargo, yo pinto todos los días. Si no dibujo, escribo. No es un pasatiempo, es una forma de vida.

La inspiración es fundamental. ¿Cómo encuentras la tuya? Observando, visitando exposiciones, viendo composiciones. La inspiración no es una bombilla que se enciende de repente; es el resultado del trabajo diario. No es algo mágico, es una consecuencia de la disciplina y la observación constante.

Te preguntaría por muchos pintores y poetas, pero me llama la atención tu concepción sobre Picasso Picasso marcó un antes y un después en el arte. Descubrí su obra gracias a unos libros que me regaló mi padre. Al principio no lo entendía, pero con el tiempo comprendí su genialidad. Todavía creo que hay cuadros de Picasso que no se han entendido del todo. ¿Conoces los grabados negros de Goya? Son terribles. Esas brujas, esas escenas de la crueldad humana, la representación del 2 de mayo, las navajas, la sangre… Verlos es impactante, pero, a la vez, hay algo fascinante en ello. Esa contradicción entre la belleza y lo terrible muestra la lucha constante en el arte. Como decía Picasso, en toda obra maestra hay una parte fea, una parte terrible. El artista lucha por transmitir lo que pretende, aunque esa lucha se refleje en la obra de manera inquietante. Cosas como estas las he aprendido de él.

A la hora de pintar, ¿sigues un método específico o dejas que fluya? No tengo un único método. A veces cojo un papel en blanco y empiezo a dibujar lo que veo en la calle: gente que pasa o personas tomando un café. Cuando paso al color, ya tengo una idea más clara, pero la transformo a medida que trabajo. Ahora estoy estudiando a fondo el grafiti, aunque es un campo todavía desconocido. Estoy loco por pillar una buena pared y dibujar, aunque en Málaga está muy difícil. Si te pillan, te multan. Eso sí, si te llega la multa y la pagas pronto, te descuentan el 50% (ríe).

Tú ves arte donde otros ven un acto vandálico Forma parte de una filosofía. Hay grafitis que te dejan con la boca abierta cuando los ves. A veces pienso: “¿cómo pintan estos cabrones?”. Algunos tienen un nivel magistral. El grafiti es una forma de reivindicación del territorio, por eso le llaman “acto vandálico”, porque se enfrenta al capital. Tiene un fuerte componente político. Ahora, cuando algunos grafiteros empiezan a ganar mucho dinero, justifican esa aparente contradicción diciendo que, para hacer cosas de calidad, se necesita inversión: las herramientas, los materiales, todo cuesta dinero. Pero ellos no han caído en el juego del dinero, simplemente lo utilizan para seguir creando.

En el caso de Málaga, el problema no es el dinero. Aquí no hay una verdadera cultura del grafiti, y no es porque falten buenos grafiteros, sino porque no hay sensibilidad hacia este medio de expresión, uno de los más interesantes del siglo XX.

De todas tus obras, ¿cuál es la más especial para ti? No podría decir una en concreto. A veces incluso vuelvo a retocar cuadros antiguos y los estropeo. Algunos trabajos dejan de gustarme con el tiempo. He roto cuadros míos. No pasa nada; creo que es parte del proceso de crecimiento artístico.

¿Y cuál ha sido el cuadro más complejo que has realizado? Cada obra tiene su dificultad, pero las más desafiantes son aquellas en las que busco capturar una emoción específica o transmitir una idea profunda. La técnica es importante, pero lo más difícil es lograr que la obra tenga alma.

¿Cómo consideras que está el panorama actual del arte y su comercio? En general, el arte está atravesando un momento complicado. Todo se vende por internet. Ya sean cuadros, música, cualquier expresión artística, todo pasa por la red. Antes ya era difícil, pero ahora es mucho más complicado.

¿Crees que la digitalización ha afectado negativamente al arte? No sé si negativamente, pero ha cambiado la forma en que lo consumimos. Todo se resume en un videoclip de tres minutos. Hay tanto contenido disponible que se vuelve abrumador. Es como cuando visitas un museo y, en 20 minutos, quieres verlo todo. Al final, no ves nada realmente.

Entonces, ¿crees que el exceso de información impide que el arte sea apreciado? Exactamente. Es como ese dicho: “Los árboles no te dejan ver el bosque”. Hay tanto arte en la red, que a veces pasa desapercibido. La sobreoferta impide que algo realmente sobresalga.

¿Crees que podríamos estar cerca de otro renacimiento artístico? No lo creo, a menos que ocurra algo realmente disruptivo. Tal vez la inteligencia artificial podría jugar un papel en esto. Hay gente que teme a la IA. El miedo a lo desconocido es natural. Cuando aparecieron los coches, la gente temía que la velocidad afectara la física humana. Hoy en día, viajamos a 300 o 400 km/h sin problema. Además, piensa que, cuando Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina, utilizó cartón para trasladar sus diseños al techo. Usaba las herramientas de su tiempo. Si viviera hoy, también aprovecharía la tecnología.

¿No crees que la IA puede quitarle el lado humano al arte? William Blake decía que la belleza está en quien la observa, no en quien la crea. Una máquina puede diseñar un edificio mejor que un arquitecto, pero crear arte es otra cosa. La IA podría ser una herramienta, pero el arte sigue necesitando la experiencia y la conciencia humana.

Tu hijo crea arte a través de la música. Sí, mi hijo es poeta, cantante y, además, un verdadero artista. Vive de su arte, lo cual no es fácil hoy en día. De todas formas, donde hay que escuchar a mi hijo realmente es en la intimidad, cuando él improvisa. Es ahí donde realmente se crea su arte nuevo. El arte se resume en dos palabras: “te gusta” o “no te gusta”. Los críticos y los intelectuales pueden decir lo que quieran, pero es subjetivo. Por ejemplo, la gastronomía es un arte y es lo más sublime que existe, porque es efímero. Piensa en una paella: puede llevar una hora prepararla, pero su disfrute dura apenas unos instantes. No todo el mundo comprende ni valora eso.

Hacer paellas, muchas paellas, todas iguales, es el trabajo de un artesano. Pero luego aparece alguien que, tras hacer tantas, decide innovar: “¿Y si le pongo piña, como en la pizza?” Quizás no encaje, pero a veces, de pronto, alguien descubre combinaciones inesperadas, como el melón con jamón, y resultan ser un acierto.

¿Es fácil saber quién es un artista? ¿Tú lo supiste con tu hijo? Desde niño grafiteaba y rapeaba. No le gustaba estudiar ni la disciplina. Era muy rebelde, pero de esos sinvergüenzas salen los mejores.

¿Has ido a sus conciertos? Sí, muchas veces. Incluso salgo en sus videoclips. En sus canciones habla de la gente que le rodea. Le admiro mucho porque nadie le ha regalado nada. Nos está dando felicidad a través de su arte. ¿Qué sería del mundo sin la música?

Antes de que se apague tu móvil, ¿qué conclusión sacas de todo lo hablado en esta entrevista? Vivimos en un mundo de consumo descontrolado. El arte puede ser un antídoto contra el aburrimiento y la frustración. Nos ayuda a compartir lo bueno de la vida. Eso es lo importante.

Y así, después de estas palabras y con solo un 1% de batería, José Enrique se despidió diciéndome: “Siempre que vengas a Málaga, tendrás una casa donde quedarte.” A lo que yo respondí: “En Barcelona tienes la tuya también, por si te apetece ponerte al día con los grafitis.”

Después de estas palabras, la batería de su móvil se agotó, y yo suspiré feliz, sabiendo que acababa de hablar con un verdadero artista.

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